
Era un niño tan petardo tan petardo que los días de feria salía disparado con fuego en la punta de la cabeza. Pero hubo un día que llovió tanto tanto que se le apagó el fuego y no le quedó más remedio que dedicarse a ser solo un niño petardo sin explotar y no volvió a pisar una feria nunca más.
María Gutiérrez Nieto, 5º A