Estaba hecha todo un lío con lo que explicó el profesor esa mañana. Entré
sin hambre a casa y eso que había mi comida favorita: espaguetis negros con
gulas.
Mi hermana mayor sabía que me pasaba algo malo, odio que me conozca tan bien
porque no tenía ganas de hablar, subió a mi habitación y me encontró sentada en
mi cama. Me preguntó que qué me pasaba y le conté que ese día no había entendido lo
que dijo el profesor en clase de matemáticas y que encima mañana tenía examen
de mates. Ella me consoló y me dijo que me ayudaría.
Por
la tarde bajamos al parque y recogimos muchas piedras, ella me explicó que los
romanos llamaban a las piedras cálculos y que sumaban y restaban con ellas. Ya
se resolvió mi primera duda. No era un saco de cálculos matemáticos sino
piedras.
También
me dijo que alguien hizo un agujero a una piedra que la cruzaba entera y metió
un alambre, después lo hizo con más piedras y metiéndolas en el alambre creó el
ábaco.
Ahí
va mi otra duda, qué era un ábaco. También me dijo que los romanos no tenían cero
y que escribían los números con letras, me los ha enseñado hasta el trece:
I, II,
III, IV, V,
VI, VII, VIII,
IX, X, XI,
XII y XIII.
Al
día siguiente cuando vine del colegio, mi hermana mayor me preguntó qué tal el
examen.Le dije que muy bien, pero que todavía no tenía la nota y que me la
daban mañana.
Estuve
toda la tarde jugando con mi hermana bebé, cosa que es muy rara porque me
enfado mucho con ella cuando me quita los juguetes.
Al día siguiente me dieron la nota y me sorprendí con el resultado: había un 10
ante mis ojos.
Olga
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