jueves, 16 de noviembre de 2017

Los números romanos


Yo entendí mal, era como llevar un saco enorme de cálculos, y después eso raro del ábaco.
Estaba hecha todo un lío con lo que explicó el profesor esa mañana. Entré sin hambre a casa y eso que había mi comida favorita: espaguetis negros con gulas. 
Mi hermana mayor sabía que me pasaba algo malo, odio que me conozca tan bien porque no tenía ganas de hablar, subió a mi habitación y me encontró sentada en mi cama. Me preguntó que qué me pasaba y le conté que ese día no había entendido lo que dijo el profesor en clase de matemáticas y que encima mañana tenía examen de mates. Ella me consoló y me dijo que me ayudaría.

Por la tarde bajamos al parque y recogimos muchas piedras, ella me explicó que los romanos llamaban a las piedras cálculos y que sumaban y restaban con ellas. Ya se resolvió mi primera duda. No era un saco de cálculos matemáticos sino piedras.
También me dijo que alguien hizo un agujero a una piedra que la cruzaba entera y metió un alambre, después lo hizo con más piedras y metiéndolas en el alambre creó el ábaco.
Ahí va mi otra duda, qué era un ábaco. También me dijo que los romanos no tenían cero y que escribían los números con letras, me los ha enseñado hasta el trece: 

I,  II,  III,  IV,  V,  VI,  VII,  VIII,  IX,  X,  XI,  XII y  XIII.

Al día siguiente cuando vine del colegio, mi hermana mayor me preguntó qué tal el examen.Le dije que muy bien, pero que todavía no tenía la nota y que me la daban mañana.

Estuve toda la tarde jugando con mi hermana bebé, cosa que es muy rara porque me enfado mucho con ella cuando me quita los juguetes.

Al día siguiente me dieron la nota y me sorprendí con el resultado: había un 10 ante mis ojos.

Esa tarde le di las gracias a mi hermana mayor porque sin ella no habría sacado un 10.
Olga

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